Autores: Lewis Aguirre y Lourdes Cámara. El poroto de soja convenientemente procesado destaca por su
interés de uso en todo tipo de alimentos. Su
alto contenido en aceite y proteína junto a la calidad de estas fracciones y su alta palatabilidad, la hace
especialmente beneficiosa en alimentos de primeras edades. Además, de su
alto valor en energía y aminoácidos (AA), aporta cantidades importantes de fosfolípidos, sustancias ricas en ácido linoleico, fósforo, vitamina E y colina.
Dada la alta variabilidad existente, los fabricantes de alimentos deben ser conscientes de la
importancia económica que conlleva una
valoración adecuada de la calidad de la soja utilizada en formulación.
El
poroto de soja aún siendo un
ingrediente con menor variabilidad en cuanto a su composición nutricional que el resto de las fuentes proteicas o lipídicas comercializadas,
precisa una mejora del control de calidad.
El origen, las condiciones pre- y post-cosecha y el tipo y calidad del procesado, son factores claves a considerar. La
reducción de la variabilidad del poroto de soja original junto a la
mejora de las condiciones del procesado, permitirá optimizar los resultados económicos y la productividad de las aves en las condiciones actuales.
La
presencia de oligosacáridos y componentes fibrosos, podrían
afectar a la digestibilidad y al contenido energético de la soja, en función de la cantidad de inclusión en el alimento, así como de la edad del ave (
Dilger et al., 2004; Choct et al., 2010; Ravindran et al., 2014b). Los
inhibidores de tripsina (IT) son el principal factor antinutricional (FAN) de la soja cruda.
Así, bajo ciertas condiciones, los oligosacáridos (
fermentación limitada a ácidos grasos volátiles y posible efecto “prebiótico”) y la fracción fibra (caso de su inclusión en piensos muy bajos en fibra) podrían incluso mejorar la utilización de otros nutrientes presentes en el alimento.
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